El color distintivo de la Cofradía del Santísimo y Real Cristo del Socorro es el
negro. Su escudo es un corazón que abraza otros 33 de pequeñas dimensiones
dentro de sí. Sobre éste, una cruz, una corona de espinas y unos clavos, todo
ello rematado por una corona real e inscrito dentro del collar insigne del
toisón de oro este mote: Ubi enim thesaurus vester est, ibi cor
vestrum erit (Porque donde esté vuestro tesoro, allí
estará también vuestro corazón. Lc. 12, 34)
No existen nazarenos como en las otras
cofradías, siendo la túnica negra para los alumbrantes y portapasos de la
Virgen, y morada para los alumbrantes y portapasos de la Cofradía y Cristo,
respectivamente, todos con capuchón negro. Los hachotes son negros, rematados
en su parte superior por un farol de cuatro caras, con cristal traslúcido, y en
el interior del mismo una vela de cera natural.
Mucho
antes de la fundación de esta cofradía, ya recibía culto el Cristo Moreno en la
Catedral de Cartagena. De autor desconocido, aunque su autoría pueda deberse a
Jerónimo Quijano, podría datarse con toda probabilidad del siglo XVI. La
historia de esta imagen viene acompañada de una serie de leyendas, como la que
nos habla que fue encontrado flotando corriente abajo por las aguas de un río
del antiguo territorio de la Diócesis de Cartagena, siendo trasladado tras ello
a nuestra vieja Catedral. Otras, en clara alusión a las tradiciones marineras
de Cartagena, hablan del hallazgo del Cristo Moreno flotando en el mar en
dirección a la costa (como la Virgen del Rosell), o aquella que señala su
descubrimiento en las bodegas de un barco abandonado a la deriva. Otros, como
Fray Pedro de Córdoba -lector de Sagrada Teología- dándole un mayor matiz
celestial, señalaba en sus escritos su llegada a la ciudad “por las manos de los Ángeles”.
Por
otro lado su marcado cromatismo cetrino no dejaría indiferente a nadie, consecuencia
de las particularidades de la madera empleada en la talla y el progresivo
oscurecimiento de ésta con el paso de los años. Todos estos factores, unido a
la exposición continúa de la imagen a la iluminación de los cirios de su
capilla, acelerarían dicha tonalidad,
haciéndole valer con el tiempo el sobrenombre popular de “Cristo Moreno”,
desconociéndose asimismo la advocación inicial –si es que la tuvo- del también
conocido como “Cristo Antiguo”.
Lo
que sí nos consta es el aspecto tétrico y tenebroso que en ocasiones resultaba
la contemplación de la imagen en la semioscuridad de su capilla, escena que con
el tiempo dio lugar a otra curiosa tradición popular, aquella que hablaba que a
la talla del Cristo Moreno le crecían las uñas, razón por la cual encontramos
tras la Guerra Civil voces que hablaban de un supuesto respeto inicial al
Titular de la Cofradía durante el fatídico 25 de julio de 1936 motivado por el
miedo a la imagen.
Otros,
incluso, aluden a la incredulidad de las turbas, quienes curiosas en comprobar
si dicha leyenda era verdad, esperaron hasta septiembre para comprobar si al
Crucificado le crecían sus uñas. Tropas venidas de fuera, sin el sentimiento de
las tradiciones cartageneras que sí podían haber hecho mella en las crueles
intenciones de destrucción, sin miramiento alguno destruyeron la imagen. Nos
cuenta Casal (Revista General de Marina. Julio 1946): “La imagen –preciosa- fue quemada por los rojos de Albacete, porque,
como la leyenda creía que a la imagen le crecían las uñas y la gente de allí le
tenía miedo, nadie se atrevía a hacerlo.”
Limeres
Paredes (2008), aludiendo a los testimonios orales de Jerónimo Martínez Montes,
refiere que la devastación interna de la Catedral Antigua
se realizaría el 2 de septiembre, hecho que terminaría de rematar el importante
patrimonio catedralicio que en unos primeros momentos se había salvado de los
trágicos acontecimientos del mes de julio. Siguiendo su lectura al irrumpir las
milicias en el templo se procedería a la destrucción de los bienes patrimoniales
que quedaban en pie, dirigiéndose algunos milicianos a la capilla del Duque de
Veragua. Mientras algunos intentaban hacer derribar el retablo, uno de ellos,
cartagenero y vecino de la calle Concepción, se dirigiría hacha en mano ante la
imagen del Cristo Moreno, vociferando lo siguiente: “¿No eres el Cristo del Socorro? ¡Pues baja y sálvate a ti mismo!”. Tras
ello, empezaría a descargar su ira sobre el Titular de la Cofradía , destrozándolo y
tirando sus restos escaleras abajo por la calle.
Podemos constatar como en
ocasiones, a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI y concretamente durante
la mañana de los Viernes Santo, el
Cristo sería procesionado hacia el convento de San Ginés de la Jara. Rubio Paredes
(1979), haciendo alusión a esta referencia, afirma que la salida desde la Catedral se realizaba con
la primera luz del día junto con la imagen de Nuestra Señora de la Concepción , para más
adelante hacer estación y acto de penitencia en dicho convento hasta la tarde,
momento que de nuevo volvía a la ciudad.
Este
Cristo era muy venerado por el pueblo cartagenero, participando en numerosas
rogativas por agua (la primera salida constatada data de 1611), e incluso
encontramos la tradicional bajada del Cristo Moreno todos los Viernes Santo
desde la Catedral
Antigua hasta la Plaza Mayor de la ciudad –o Plaza de Santa
Catalina- para la celebración del llamado Sermón del Paso, más conocido como
Sermón de las Siete Palabras.
Pese a no poderse
constatar fehacientemente, todo apunta a pensar que durante sus estancias en
Cartagena, Pedro
Manuel Colón de Portugal, VII Duque de Veragua y Capitán General de las Galeras
en España, y su
familia se instalarían en la Casa Palacio de los Duques de Nájera (actuales
Plaza San Ginés/Calle del Duque). No debemos olvidar que su madre, Doña Isabel
de la Cueva, era Duquesa viuda de Nájera, por ello no es de extrañar su
residencia en dicho edificio, propiedad de la citada Casa Ducal.
El
origen fundacional de la Cofradía viene marcado por el “hecho portentoso” acaecido el 13 de marzo de 1689. Consciente
de la gravedad de la
sequía existente, un
día antes, el Concejo de Cartagena reunido por segunda vez y en cabildo
extraordinario, acordará -intercediendo a la voluntad divina- sacar en
procesión al Cristo Moreno desde su capilla en la Catedral Antigua
hasta el Convento de San Francisco, antiguo recinto donde se aplicaría una
novena en rogativas de lluvias.
Partiendo por el atrio de Levante del recinto
catedralicio, la solemne rogativa enfilaría por la allende denominada calle
Nueva, en esos momentos ya conocida como del Gimero -o Himero- (actual
Concepción), camino de la
Plaza San Ginés. Lejos de ser idílica, esta emblemática calle
presentaba el eterno problema de su empinada cuesta, haciendo penosa la subida
y posterior bajada de los fieles que se aventuraban a visitar el templo. Un
lugar donde a pesar de las múltiples quejas del cabildo eclesiástico nunca
llegaba a hacerse efectivo la solución del problema.
El paso del cortejo es coincidente con la
acuciante enfermedad que en esos momentos asola al pequeño Manuel, segundo hijo
de los Duques de Veragua, de veintidós meses de edad. Completamente
desahuciado, Pedro Manuel Colón de Portugal, agarrándose a la devoción, saldrá
al encuentro del Vía Crucis, ya en las inmediaciones de su casa, implorando al
Santo Cristo Moreno la curación de su hijo. El pueblo será testigo de este acto
de Fe, presenciando con ello el lado más humano del Duque, cuyas sentidas
palabras y el dolor de su familia no dejarán indiferente a nadie. Tras ello el
cortejo proseguiría hasta la iglesia del Convento de San Francisco.
A partir de aquel solemne momento, comenzó a
iniciarse una notable mejoría que hizo desaparecer por completo el peligro del que estaba amenazado el niño.
Esto
llevaría a Pedro Manuel a tomar la importante decisión de erigir sobre
los terrenos de la antigua capilla del Cristo Moreno, en la nave de la Epístola , una edificación
más suntuosa, acorde a la nobleza del agradecido Duque y la creación de una
Cofradía. Durante
aproximadamente dos años y financiadas por el noble se extenderían las obras de la capilla
del Duque de Veragua, joya barroca donde las haya de Cartagena.
Las
Constituciones de esta neonata cofradía, las cuales aún se conservan, comienzan
así: “De la
Ilustre Cofradía de la Hermandad de Cavalleros del Santisimo Christo del
Socorro de la Ciudad
de Cartagena, sita en la
Iglesia Mayor de ella, en la nueva Capilla, que ha fundado el
Excmo. Sr. Gran Almirante de las Indias, Adelantado Mayor de ellas, Duque de
Veragua, y de la Vega ,
Marqués de Jamayca, Conde de Gelvez, y de Villamizar, Marqués de Villanueva del
Ariscal, Señor de Torrequemada, y del Almuedano, Cavallero del Insigne Orden
del Tuyson de oro, y Capitán General de las Galeras.
Con licencia. Impresso en Murcia, por Vicente
Llofriu, año de 1691.”
Esta
cofradía sería de carácter devocional y horizontal, admitiéndose sólo a nobles
de la ciudad en un número máximo de “treinta y tres Cofrades, en el qual numero no
se han de considerar los Excelentissimons Señores Marqueses de los Velez, que
es, ò fuere; los Generales de las Galeras que sucedieron à su Excelencia,
permaneciendo en este Puerto, ni el Excelentissimo Señor Duque de Veragua que
es, ò fuere; pues estas tres plazas se consideran fixas supernumerarias, y
desde ahora concedidas por sus Casas, y puestos, para honor, y lustre de esta
Cofradia; y en esta misma forma, y por estos motivos se podrá admitir por su
persona á qualquiera de los Grandes Señores, que por su devoción quisieren
entrar en esta Cofradia.”
El título de Hermano Mayor de la Cofradía lo
ostentará el Duque de Veragua y sus descendientes, dándose el caso de que una
mujer fue Hermana Mayor a pesar de no poder ser hermana de número: Catalina
Ventura Colón de Portugal y Ayala, IX Duquesa de Veragua, entre 1733 y 1739.
Posteriormente, ante la ausencia de la figura del Hermano Mayor en Cartagena,
se creará el nombramiento de “Teniente del Hermano Mayor”, que es quien hará
las veces en los asuntos diarios de la Cofradía.
La
ruina del templo, y por lo tanto de su capilla, marcan el final de esta
cofradía, suponiendo que a finales de 1819 aún continuaba abierta. Con
fecha 3 de enero del año 1821 se
encuentra el último documento de la Cofradía conocido hasta el momento dentro de
su Primera Época.
Todo
lo que se encontraba en la Catedral se trasladó a Santa
María de Gracia; se
supone que el Cristo del Socorro recibiría culto junto con la
Virgen de la Soledad de la Cofradía, ubicada en la Capilla de San Juan
Nepomuceno.
Pasados
los ecos de la Revolución Cantonal, vuelve a florecer el culto al Cristo del
Socorro. Se produce la reapertura oficial de la Catedral el domingo 12 de diciembre de
1875. Por Manuel Marco
(1877) localizamos una breve referencia del retablo de la capilla y su Titular: “La capilla y sobre
todo el retablo del llamado Cristo Moreno son de bastante mérito en su género,
aunque el retablo pertenece al estilo de decadencia conocido por borrominesco
en Italia y churrigueresco en España… El citado Cristo Moreno es muy notable…”
El 8 de mayo
de 1878 visita la Catedral el Obispo de Cartagena, Mariano Alguacil, comentando
este paseo el diario El Eco de Cartagena: “S.E.I. recorrió con detenimiento la parte de Iglesia que subsiste
abierta al culto, fijándose muy particularmente en las capillas del
Baptisterio, Cristo del Socorro, y de los Cuatro Santos, en la segunda de las
cuales llamó mucho su atención los magníficos tapices que cuelgan de sus paredes (…)”.
Como se ve,
se encontraban dados todos los pasos necesarios para reconstituir la Cofradía:
la Capilla se encuentra abierta al público y existe el culto al Cristo Moreno.
Se señalan con precisión los
días 18 y 23 de febrero del año 1879 como las fechas en las que se celebraron
las juntas que constituyeron los miembros de la ya casi oficializada Cofradía.
La Iglesia Arciprestal de Santa María de Gracia, como heredera directa de la
Catedral Antigua y máxima autoridad eclesiástica de la ciudad, estaría
representada en la primera de estas juntas por su Arcipreste José Rizo López.
En la Sala de Cabildos de la Capilla del
Cristo Moreno se constituiría el día 23
la primera junta de gobierno de la Hermandad en su Segunda Época. Ya
la nobleza no se encontraría representada, su lugar lo ocuparía la burguesía,
encabezada por el comerciante y antiguo Alcalde, Jaime Bosch y Moré, como
Hermano Mayor. La Cofradía se abre al pueblo, aunque sigue siendo meramente
devocional.
Otra
descripción del estado en que se encuentran tanto el Cristo como la capilla, a
principios del siglo XX, nos lo da el Comisionado por el Ministerio de
Instrucción Pública, el Teniente Coronel Manuel González Simancas, especialista
en estudios arqueológicos, quien recorrería las provincias de Murcia, Alicante
y Valencia con el fin de completar sus respectivos catálogos monumentales,
publicados en la primera década del siglo XX. El texto dice así:
“Capilla
del Cristo Moreno. 804.- Se encuentra esta capilla, como la anterior, en el
costado de la nave de la Epístola
y ha conservado la ornamentación de yesería que decora el arco de ingreso con
pilastras laterales (fot. 176), entablamento de metopas floreadas y
coronamiento de profusas labores borrominescas y angelitos desnudos ostentando
en el centro el escudo con las armas de la noble familia Colón, timbrado por la
corona ducal y orlado con el Toisón. Bajo el arco, en lápida de mármol blanco,
se lee la siguiente inscripción en caracteres incisos coloridos de negro: La
obra de ese pórtico, como el retablo de la capilla (fot. 177), tallado en
madera con pilastras y columnas del mismo estilo decadente, debió llevarse á
cabo ya entrado el siglo XVII, y á propósito de las armas que lo ennoblecen
escribe el Sr. Oliver (Op. Cit., p. 59): “La causa de encontrarse este escudo
en el pórtico de la capilla del Snmo. Cristo del Socorro, es lo siguiente: D.
Pedro Manuel Colón de Portugal de la
Cueva y Enríquez, Gran Almirante de las Indias, Adelantado
mayor de ellas, Duque de Veragua, de Vélez, etc., Caballero de la insigne orden
del Toisón de oro, etc., etc., en 1691, últimos años del reinado de D. Carlos
II, y siendo obispo de Cartagena –con residencia en Murcia- D. Antonio Medina
Chacón Ponce de León, Obispo, Gobernador y Capitán General de la plaza de
Ceuta, Obispo y Señor de Lugo, y después de Cartagena; queriendo dar mayor
magnificencia á la catedral (Santa María), y deseando dar una muestra de
agradecimiento al SSmo. Cristo Moreno por la salvación milagrosa de las galeras
en los combates tenidos con los infieles en los alrededores de Orán, el piadoso
Duque… pensó, y obtuvo permiso del Rdo. Obispo para engrandecer y decorar la
capilla del Cristo Moreno, á la que por consejo de Fray Pedro de Córdoba,
lector de Sagrada Teología de la orden de San Francisco, cambió el nombre y
título de la cofradía “Ilustre cofradía de la Hermandad de Caballeros
del Santísimo Cristo del Socorro de la M. N. y M. L.
ciudad de Cartagena” ; constituyendo la hermandad treinta y tres hermanos de
número –de aquí el nombre de los caballeros treinta y tres- sin contar los
Excmos. Patronos Duques de Veragua y los hermanos Marqueses de los Vélez y
Almirantes de las escuadras que en este puerto permanezcan: aún hoy sigue la
asociación que cuenta de vida 195 años.”
805.-
La capilla, de planta cuadrada que pasa á la circular por medio de pechinas en
los ángulos, está cubierta por una cúpula hemisférica, reforzada con ocho
aristones, que se apoya en un tambor circular donde abren los huecos de cuatro
ventanas que dan luz al departamento. La ornamentación de las pechinas armoniza
con la del pórtico y con las decoraciones del entablamento y pilastras que
recuadran los muros laterales ocupados en toda su extensión por grandes tapices
formados de tiras verticales bordadas (fot. 178) con sedas de brillantes
colores sobre fondo oscuro figurando su repetido dibujo jarrones y complicada
flora del mismo estilo decadente. Los paños, de más riqueza que buen gusto,
tienen encima una guardamalleta de igual bordado y en el centro el escudo
familiar aplicado.
806.-
El Crucifijo, obra de poco valor artístico, es de tamaño natural, tallado en
madera y encarnado con entonación oscura que le hace parecer más terrible que
misericordioso y que sin duda motivó el nombre popular de Cristo Moreno. El
camarín en que está colocado (fot. 179), en el centro del retablo, tiene un
busto de la Dolorosa
más bonito que hermoso, y cuatro ángeles de pequeño tamaño, esculturas en
madera policromada, que en diferentes actitudes sostienen candeleros sobre
altas peanas decoradas con tallas barrocas doradas como todo el altar.
Los Hermanos Mayores de la Cofradía, en esta
segunda época, son:
- Jaime
Bosch y Moré (1879-1905)
- Vicente Monmeneu y López Reinoso
(1905-1917)
- Luis Angosto Lapizburú (1917-1922)
- José Moya Quetcuti (1923-1936)
El final de esta época se diluye con el comienzo de
la Guerra Civil, siendo fecha clave el 25 de julio, con el asalto de todos los
templos de las diputaciones cartageneras. Martínez
Leal (1993) señala que el movimiento anticlerical se iniciaría en nuestro casco
histórico alrededor de las cuatro de la tarde. Durante este tiempo –alrededor
de cuatro horas, según Casal- serían asaltadas las iglesias de Nuestra Señora
de la Asunción
(Catedral Antigua), Santa María de Gracia, Nuestra Señora del Carmen y el Sagrado
Corazón de Jesús (San Diego). Tan sólo se salvarían del expolio la iglesia de la Caridad y la capilla del
colegio de San Miguel, gracias a la intervención del consulado de Francia. Las
autoridades locales del Frente Popular comisionarían al cronista Federico Casal,
acompañado por catorce milicianos miembros de las Juventudes Comunistas y
Socialistas, para que recuperara un número limitado de obras artísticas de los
templos de la ciudad. De esta cofradía sólo se rescatarían los tapices del
lateral derecho de la capilla del Cristo Moreno, los del lateral izquierdo
habían desaparecido.
Tras esta incruenta guerra, la Catedral se encontraba en ruinas (“montón hoy de escombros”, según
palabras de Federico Casal, Cronista de la Ciudad ).
En 1943, la Junta Parroquial de Santa
María pretendió su reconstrucción, lo que resulta
imposible debido a su cuantía. Se encuentran noticias de actividad en la Capilla
del Cristo Moreno en 1945, encontrándose la capilla debidamente restaurada en
1956. En este mismo año se encargada un crucificado de serie de la casa “Arte Cristiano”,
de la localidad gerundense de Olot, que llegó a salir en
los primeros años de su tercera época como Cristo del
Socorro.
Nuevos
aires recorren la ciudad, y vuelve a surgir la idea de reconstituir,
nuevamente, la Cofradía del Socorro. La idea comienza a germinar durante el
verano de 1960, y empieza a gestarse en una reunión
pro-resurgimiento de la “Hermandad del Santísimo y Real Cristo del Socorro”
celebrada el día 4 de febrero de 1961.
Esta tercera época será totalmente distinta, pasado de ser una cofradía
devocional a una procesional, con una austeridad como identidad propia que la
diferencia de las demás, con su salida en la madrugada del Viernes de Dolores,
siendo la primera en la madrugada del 24 de marzo de 1961. No será hasta el día 20 de abril
cuando la nueva Hermandad tenga su Hermano Mayor. Las nuevas Constituciones se
firmarían el 11 de noviembre de dicho año. Los Hermanos Mayores de la Cofradía
en esta tercera época han sido:
- José
García Cervantes
(1961-1964)
- Juan
Jorquera del Valle (1964-1983)
- Lorenzo Blanco Escudero (1983-1987)
- Fernando
Navarro Mulero (1987-2003)
- Manuel
Martínez Guillén (2003-actualidad)
El
Cristo que sacaban en procesión no era del gusto de los cofrades, por lo que se
encarga una nueva escultura. Dicha obra se encargaría a Manuel Ardil Pagán, trabajando
nueve meses en su realización.
Este Cristo desfiló por primera vez el Viernes de Dolores de 1965, 9
de abril. Su coste fue de 60.000 pesetas, siendo la imagen del Cristo de talla
en madera policromada, y sus medidas de 170 x 143 x 55 centímetros .
La gran novedad del Vía Crucis de 1978 es la incorporación de una
talla de la Virgen,
saliendo la imagen de la
Soledad del Calvario
que, saliendo del callejón de la Soledad , delante del cuadro que da nombre al
mismo, y avanzando por la calle Cuatro Santos, se encontraría con el Cristo del
Socorro en la plaza de San Ginés, en una especie de Encuentro.
Una vez superada esta innovación,
se encarga en propiedad a Antonio Mengual, la imagen de la Soledad del Consuelo, que desfila por primera vez en 1979 con
las andas de la Soledad
del Calvario. Esta talla en madera policromada
con enlienzado, tiene unas medidas de 165x45x40 centímetros. La
imagen fue bendecida media hora antes de la salida de la procesión. Al igual
que el año anterior, la Virgen ,
descendió las escaleras para salir desde el callejón de la Soledad , recorriendo la
calle de los Cuatro Santos para salir al encuentro del Cristo, pasando delante la Soledad para iniciar el
Vía Crucis ya unidos.
Oficialmente se constituye en el seno de la Cofradía la Agrupación de
la Santísima Virgen
de la Soledad
del Consuelo, el día 17 de octubre de 1982,
siendo sus presidentes:
-
Eduardo
Vilar Rico (1982-1988)
-
Germán
Parrado Pérez (1988-1992)
-
Domingo Andrés Bastida Martínez (1992-1995)
-
Juan Pedro García García (1995-2003)
-
Miguel Fernández Gómez (2003-2006)
-
Pedro Pablo de Jódar Bonilla (2006-2008)
-
Gabriel de Haro Málvarez (2008-2010)
-
José Luis Salmerón (2010-actualidad)
Se
constituye en marzo de 1979
la Junta de Damas de la
Cofradía del Cristo del Socorro, siendo su primera acción el
correr con los gastos del trono de la Virgen, siendo su primera Presidenta doña María de la Concepción Gómez
Ros.
La Cofradía
del Socorro dio cabida a la denominada Hermandad y Cofradía de Apostolado
y Penitencia de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia y María
Santísima del Rosario en su Amargura,
acogiéndola y ubicando su salida en la tarde noche del Viernes de Dolores,
haciendo su primera salida en 1979. Esta vinculación duraría hasta la junta
general celebrada el día 17 de octubre de 1982, en la que el Hermano Mayor expone la situación actual, integrándose las agrupaciones de San Juan y Cristo de la Sentencia en la Cofradía del Resucitado,
la agrupación de la Virgen
se queda en Santa Lucía, faltando por determinar lo que pasará con la
agrupación del Cristo de la Misericordia.
Pero esto es otra historia que acabaría, finalmente, en la Cofradía California.
Tras
su muerte, la Cofradía solicita que le sea dado el nombre de “Plaza de Juan
Jorquera” a la explanada existente a la salida de la Catedral Antigua ,
petición aprobada por el Ayuntamiento en marzo de 1985. Tras la desaparición de
esta plaza por estar dentro del espacio del Teatro Romano, la Cofradía sigue
homenajeando su memoria en un pequeño acto la tarde anterior a la salida del
Vía Crucis, delante de su busto.
Con
motivo del Año Santo Mariano, en 1988, sale en procesión, junto con las otras advocaciones marianas titulares, la Soledad del Consuelo a
hombros en unas sencillas andas hechas ex profeso para tal efeméride.
En Cabildo General celebrado en marzo de 1990, los cofrades acordaron
recuperar la medalla-emblema, realizada en fechas inmediatamente posteriores a
la fundación de la Cofradía
en 1691, que recoge la imagen del primitivo Cristo Moreno, con el emblema de la
hermandad a sus pies, y en su reverso la entonces Patrona de Cartagena, Nuestra
Señora del Rosell.
El Viernes de Dolores de 1997, 21 de marzo, último año
en salir desde el interior de la Catedral.
Este año estrena túnica la talla de la Virgen , volviendo a sus
primeros colores, al ser la túnica y el manto negros. Para la
salida de 1998 se habilitó un solar junto a las
excavaciones del Teatro Romano, intentando salir siempre lo más cerca posible
de la Catedral.
Nace el
24 de abril del año 1999
la Junta de Damas de la
Agrupación de la Santísima
Virgen de la
Soledad del Consuelo.
-
Jesús Egea García (Comisión Gestora, 2000-2002)
-
Javier Pavía Galán (2002-2004)
-
Francisco Javier Amorós Belmonte (2004-2012)
-
José
Horacio García Marí (2012-actualidad)
En el año 2001, tras una serie de gestiones
del Hermano Mayor, se consigue que el Ayuntamiento, representado por la
Alcaldesa-Presidenta doña Pilar Barreiro Álvarez, ceda un espacio compuesto de
despacho y sala para reuniones del edificio sito en la calle Gisbert,
denominado “Escuelas Graduadas” y que es propiedad municipal. A partir del Miércoles de Ceniza del año 2004,
las reuniones se celebran en la nueva sede, manteniéndose los Cabildos de
Miércoles de Ceniza en el salón de la Real
Sociedad Económica de Amigos del País.
En
la Semana Santa del año 2003 sale por primera vez la talla de José Hernández
Navarro, sedente, que sustituye a la anterior Soledad del Consuelo.
Celebró
el 50º aniversario refundacional en el año 2011 con una exposición y un libro
catálogo de la misma.
Un tambor sordo, el silencio, la austeridad y el recogimiento son señas de
identidad de su discurrir por algunas de las más antiguas calles de la ciudad. Actualmente la organización y
recorrido del Vía Crucis del Cristo del Socorro, es el siguiente:
Parte desde el lugar más próximo posible a su capilla en la Catedral
Antigua. Su hora de salida es a las cuatro de la madrugada del Viernes de
Dolores, precedido de la imposición de los escapularios a los hermanos que
visten por primera vez la austera túnica de estameña de color morado de los
alumbrantes, o la de portapasos de cualquiera de sus dos tronos, además de los
hermanos de honor de ese año.
La encabeza el sudario de la Cofradía seguido de los alumbrantes que
acompañan a la Virgen, dándose el caso único en esta tierra de que la Madre
precede a su Hijo, trono de la Stma.
Virgen de la Soledad del Consuelo portado a hombros por su agrupación,
junta de Damas de ésta Agrupación; cruz tosca (cruz simple de madera sin pulir)
de la Cofradía, colgando de ella los escapularios de los hermanos fallecidos a
lo largo de ese año, dos filas de alumbrantes, Junta de Damas de la Cofradía,
Hermano Mayor, clero y hermanos de honor, trono del Cristo del Socorro portado por su
Agrupación y escoltado por el Cuerpo de Bomberos de Cartagena.
Durante el recorrido se
rezan las estaciones haciendo dos paradas penitenciales, la primera en la
Iglesia de Santa María, con objeto de hacerle una ofrenda floral a la Stma.
Virgen del Rosell, antigua Patrona de la Ciudad; y la segunda, a las seis de la
mañana, para realizar la primera misa del día a la actual Patrona, la Stma.
Virgen de la Caridad. Tras la misa, la procesión discurre normalmente hasta la
plaza de San Ginés, en donde espera la Virgen para cantar la Salve y despedir a
los fieles, recogiéndose la procesión sobre las ocho de la mañana.
El recorrido habitual de
esta procesión es el siguiente: Calle de la Concepción, plaza de San Ginés, San
Francisco, Campos, San Miguel, Aire a Iglesia de Santa María, continuando por
Aire, plaza San Sebastián, Honda, plaza San Francisco por su lado norte, Arco
de la Caridad, San Vicente, plaza del Sevillano, Serreta, plaza de la Serreta a
la Iglesia de la Caridad, reanudándose la procesión al finalizar la misa por
las calles Caridad, plaza de Risueño, Duque, plaza de San Ginés y Concepción,
recogiéndose sobre las ocho de la mañana.
La Cofradía ha sido
protagonista del cartel de la Semana Santa de Cartagena en las siguientes
ocasiones: 1991, 1994, 2000 y 2009.
-
La Casa Ducal de Veragua y la Cofradía del
Cristo del Socorro de Cartagena
-
Cofradía del Cristo del Socorro. Trescientos
años (1691-1991)
- El sueño de Juan Jorquera: 25 años de
presencia de la Soledad del Consuelo en el Vía Crucis del Cristo del Socorro
-
Treinta y tres Corazones. Historia de la
Ilustre Cofradía del Santísimo y Real Cristo del Socorro de la Ciudad de
Cartagena
-
Essentia Nostra
-
Revista
“Desde la Catedral”
-
Revista
“Vía Crucis”
Estaciones
del Vía Crucis
Por
el capellán de la Cofradía ,
Fulgencio Izquierdo Ortuño, es realizado y estrenado en la procesión de 1987,
el nuevo orden de las estaciones del Vía Crucis, que han llegado hasta nuestro
tiempo casi sin modificación alguna.
Primera estación Jesús es condenado a muerte
Del
evangelio de San Marcos (15,6-15): "En la fiesta de Pascua, Pilato
concedía la libertad a un preso, el que la gente le pedía. Había entonces uno llamado Barrabás, que, junto con otros sediciosos, había cometido un asesinato
en un motín. Cuando llegó la gente y se
puso a pedir a Pilato que
hiciera como tenía por costumbre, Pilato les contestó:
-¿Queréis
que os ponga en libertad al rey de los judíos?
Pues
se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero éstos incitaron a la gente
para que les soltara a
Barrabás. Pilato les preguntó entonces:
-¿Y
qué queréis que haga con el que llamáis rey de los judíos?
Ellos
gritaron: - ¡Crucifícale!
Pero
ellos gritaban más y más: -¡Crucifícale!
Entonces
Pilato, queriendo quedar bien con la gente, ordenó que pusieran en libertad a
Barrabás, y que a Jesús le azotaran y le crucificaran."
Otra
vez hemos: condenado al inocente, a tantos inocentes... Porque es más fácil
condenar que comprender, más cómodo rechazar que compartir, menos comprometido
callar que defender. Condenamos al inocente que no tiene defensor: al pobre, al
hambriento, al niño, al que no es como nosotros.
Y
en cada inocente condenado condenamos a Jesús a morir en la cruz, en la cruz
del desprecio, en la cruz del hambre, en la cruz del abandono, en la cruz de la
indiferencia. Por tu inicua condena, Señor del Socorro, enséñanos a defender y
a no callar, a compartir y a no rechazar, a comprender y a no condenar.
Padre
Nuestro.
Segunda estación Jesús carga con la cruz
Del
evangelio de San Juan (19,16-17): "Pilato se lo entregó para que lo crucificasen. A partir de este
momento, Jesús quedó en manos de
los judíos. Llevando su propia cruz, salió fuera de la ciudad hacia un lugar
llamado "La calavera", que en
la lengua de los judíos se dice "Gólgota".
Jesús
carga con la cruz que no es su cruz, sino
mi cruz, la cruz que lleva a la
muerte, la cruz de mis egoísmos, de mis injusticias, de mis pecados, para que así yo pueda
llevar la suya, la cruz que lleva a la vida, la cruz de mi tristeza, de mi enfermedad, de mi soledad. Por la fuerza de tu cruz, haz, Señor del Socorro, que
nuestra cruz, si nos pesa, nos levante,
si nos hiere, nos consuele, y, si nos duele, nos salve.
-Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del
Profeta Isaías (53, 2b-3): "Lo
vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres como
un hombre de dolores acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se tapa uno la
cara, despreciado y desestimado.
La
cruz de Jesús no es una cruz de adorno, no es una cruz de Procesión. Es una
cruz de tormento, de sufrimiento y de muerte. Y pesa, y le aplasta en la
tierra. Y yo le añado peso sobre peso con mis injusticias y mis desprecios y
mis faltas de amor a los hermanos. Por el peso terrible de tu Cruz, líbrame, Señor
del Socorro, del terrible peso de mis pecados.
Padre
Nuestro.
-Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
Pues por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Cuarta estación Jesús encuentra a su Madre
Del
evangelio de San Juan (19,25-27): "Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María la mujer de
Cleofás que era hermana de su madre, y
María Magdalena. Jesús, al ver a su madre y, junto a ella, al discípulo a quien tanto quería, dijo a
su madre:
Después
dijo al discípulo:
-Ahí
tienes a tu madre.
Y,
desde aquel momento, el discípulo la acogió
en su casa."
No
basta con que la Madre
sepa que el Hijo va a morir: tiene que verlo sufrir, paso a paso, tiene que tragar con Él, trago a trago, el dolor
y la agonía. Y en el camino hasta el fin se encuentran dos miradas, dos corazones, dos sufrimientos. Para
el dolor no hay consuelo, pero
sí hay consuelo para el amor: Porque los dos saben que el amor es más fuerte que la pena, y los dos sienten que el amor es
más fuerte que el dolor, y los dos viven que el amor es más fuerte que la muerte.
Haz, Señor del Socorro, que en el camino de nuestra cruz encontremos
siempre el amor de tu Madre y nuestra Madre.
Padre Nuestro.
-Te
adoramos, Cristo, y te bendecimos. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Quinta estación El cirineo ayuda a Jesús a llevar la
cruz
Del
evangelio de San Marcos (15,21) "Por el camino encontraron a un hombre que
volvía del campo, un tal Simón, natural de Cirene, padre de Alejandro y Rufo, y
le obligaron a cargar con la cruz de Jesús."
Pobre
Simón, obligado a cargar con una cruz que no es la suya. Pobre Simón de Cirene que,
llevando la cruz de Jesús, lo que está llevando es la cruz de todos nosotros. Pobres
Cirineos de todos los tiempos cargando con los sufrimientos de los que están
solos de los sin consuelo de los que no tienen valedor.
Y,
sin embargo, Feliz Simón, porque compartió la cruz de Jesús, que es salvación. Feliz
Simón de Cirene, porque cargó nuestra cruz y nos abrió a todos las puertas de
la vida. Felices Cirineos de todos los tiempos, los que escuchan, los que
consuelan, los que ayudan, porque suyo es el amor y la paz y la esperanza del
mundo.
Sé
tú, Señor del Socorro, nuestro Cirineo cuando no podamos soportar la cruz de
nuestra vida, y que nosotros sepamos ser cirineos de nuestros hermanos.
Padre
Nuestro.
Sexta estación La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Del Profeta Isaías (53,2-3a): "Como
raíz en tierra árida, sin figura, sin
belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los
hombres."
Una
mujer del pueblo limpia el rostro de Jesús. Y
en el paño y en sus pupilas y
en su corazón, se lleva el "Vero Icono", el auténtico rostro de Jesús; el rostro sudoroso, arañado,
sangrante, de Jesús. Pero aún quedan rostros sudorosos, arañados, sangrantes,
de otros Jesús; el Jesús hambriento, el Jesús enfermo, el Jesús perseguido, el
Jesús preso, el Jesús torturado...
Haz,
Señor del Socorro, que nosotros seamos
esa mujer -o ese hombre- del pueblo,
dispuestos a enjugar tanto sudor, tanta lágrima, tanta sangre, y así nos
llevemos tu "Vero Icono", tu auténtico rostro, en las manos, en las
pupilas y en el corazón.
Padre
Nuestro.
-Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Séptima estación Jesús cae por segunda vez
Del
profeta Isaías (53,4-5): "Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros
dolores; nosotros le estimamos leproso,
herido de Dios y humillado. Pero
Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron."
Otra
vez ha vuelto a tropezar y a caer. Y es que el camino es largo y mucho el cansancio y el miedo de llegar al fin. Pero se levanta y
marca, paso tras paso, el camino vacilante hasta el Calvario. Sin ceder a la tentación de abandonar, de
dejarlo todo, de quedarse caído.
Por
tus caídas, Señor del Socorro, ten paciencia con nuestras caídas, con nuestros cansancios, con nuestras
ganas de dejarlo todo, de quedarnos caídos, y ayúdanos a levantarnos, a mantener nuestra débil
esperanza. Porque sólo avanzando contigo, paso a paso, hasta el
Calvario, es como habremos vencido.
Padre
Nuestro.
-Te
adoramos, Cristo, y te bendecimos. Pues por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Octava estación Jesús consuela a las mujeres de
Jerusalén
Del evangelio de Lucas (23,27-31): "Detrás iba también mucha gente del pueblo y mujeres que lloraban, y se lamentaban.
Jesús, en cierto momento, se volvió a
ellas y les dijo:
-Mujeres
de Jerusalén, no lloréis por mi; llorad, más bien, por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque vienen días en que
se dirá: "¡Felices las estériles,
los vientres que no concibieren y los pechos que no criaron!". La gente comenzará, entonces
a decir a las montañas: "¡Caed
sobre nosotros!"; y a las colinas: "¡Sepultadnos!".
Porque si al árbol verde le hacen esto,
¿qué no le harán al seco?".
Él
es el condenado, camino del suplicio. Él
es el sentenciado, que arrastra su vida camino de la muerte. Él es el triste, que necesita
consuelo. Pero no quiere que lloren por
Él, no por su suplicio, sino por nuestros pecados; no por su muerte, sino
por nuestra vida equivocada; no
por su tristeza, sino por nuestro negro
corazón.
Él es el condenado y nos libra de
nuestra condena. Él es el sentenciado y anula nuestra sentencia. Él es el triste y es la causa de toda la alegría. Enséñanos,
Señor del Socorro, a llorar no por ti, sino por nosotros; porque nuestro
egoísmo, nuestra indiferencia, nuestra pasividad, son causa de tanta tristeza, de
tanto dolor, de tanta muerte.
Padre
Nuestro.
-Te
adoramos, Cristo, y te bendecimos. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Novena estación Jesús cae por tercera vez
Del
profeta Isaías (53, 6-8): "Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno
marchó por su camino, y Dios descargó sobre Él la culpa de todos nosotros. Fue
oprimido y Él se humilló y no abrió la boca. Fue llevado como un
cordero al matadero, y no abrió la boca, como oveja, muda ante los que la
trasquilan. Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de su causa ¿quién se
preocupa?".
Otra
vez en el suelo, otra vez las piedras despellejando sus manos y abriendo surcos
de sangre en sus rodillas. La cruz está ya muy cerca, a la vista: la hora de
morir, la hora de la verdad, en la que no caben mentiras ni disimulos. ¿Ha
valido la pena? Tres años hablando de amor, de paz, de perdón; curando a los
enfermos, resucitando muertos, haciendo el bien a todos. Y ahora nadie le
tiende una mano para levantarle del suelo. ¿Valió la pena?
Señor del
Socorro, danos tu luz y tu esperanza para que entendamos que, a pesar de las
caídas, de los fracasos, del dolor, nuestra vida vale la pena, vale la pena
amar y perdonar.
Padre
Nuestro.
-Te
adoramos, Cristo y te bendecimos. Pues por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Décima estación Jesús es
despojado de sus
vestiduras
Del
evangelio de Juan (19,23-24):
"Los soldados, una vez que
terminaron de crucificar a Jesús, se quedaron con sus ropas y las repartieron en cuatro lotes, uno para
cada uno. Aparte dejaron la túnica.
Como era una túnica sin costuras, tejida de una sola pieza de arriba a abajo, llegaron a este acuerdo:
-No debemos partirla; lo que procede es sortearla para ver a
quien le toca.
Así se cumplió el pasaje de la Escritura que dice: "Dividieron entre
ellos mis ropas, y echaron a
suertes mi túnica "
Esto fue exactamente lo que hicieron los soldados. Antes de
quitarle la vida, le quitan la ropa… Y
con la ropa le quitan la dignidad, el
derecho a morir como un hombre. Le
dejan desnudo como un gusano, vestido sólo de sangre y
salivazos, mientras se ríen de
Él los impotentes y los
cobardes. Ya no tiene nada, ni
siquiera dignidad. En tantos espacios de nuestra tierra, hay otros Cristos que no tienen pan, ni trabajo, ni esperanza; ni siquiera dignidad; y
a nosotros no sobra indiferencia, egoísmo, cobardía.
Señor del Socorro, que sepamos dar a
los demás el pan, el dinero, la
esperanza, y puedas Tú decirnos algún día: "Venid benditos de mi Padre,
porque estuve desnudo y me vestisteis, y me devolvisteis mi dignidad de ser
humano".
Padre Nuestro.
-Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
Pues por tu santa cruz redimiste mundo.
Undécima estación Jesús es clavado en la cruz
Del
evangelio de San Juan (19,17-19): "Llevando su propia cruz, salió fuera de la ciudad hacia
un lugar llamado "La Calavera" (que en la lengua de los judíos se
dice "Gólgota"). Allí le crucificaron, y con Él crucificaron también
a otros dos, uno a cada lado de Jesús. Pilato mandó poner sobre la cruz un
letrero con esta inscripción;
"Jesús de Nazaret, rey de los judíos."
Le
han clavado las manos y ya no puede acariciar a los niños. Le han clavado los
pies y ya no puede caminar nuestros caminos. Le han tapado la boca con hiel y
vinagre y ya no puede curar ni bendecir. Era molesto, se metía en demasiadas
cosas. Quería cambiar nuestra vida. Está mejor así: clavado, inmóvil. Pero aún le queda un corazón; ése
no se lo pueden clavar porque
se va a morir solo, perdonando.
Señor del Socorro, clávate en nuestra
vida. Que no podamos desclavarte y así transformes nuestro corazón y lo hagas como el tuyo: que nadie lo
pueda clavar y esté siempre libre para amar y perdonar.
Padre
Nuestro.
Duodécima estación Jesús muere en la cruz
Del
evangelio de San Marcos (15,33-39): "Al
llegar el mediodía, toda aquella tierra
quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde. A las tres, Jesús gritó con fuerza: "Eloí, Eloí, ¿lemá
sabaqtaní?" (que significa "Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?").
Algunos
de los que estaban allí dijeron al
oírle:
-Mira,
éste llama a Elías.
Uno
de ellos fue corriendo a empapar una esponja
en vinagre, y con una caña se la acercó a Jesús para que bebiera, diciendo:
-Dejad,
a ver si viene Elías a salvarle.
Pero Jesús,
lanzando un fuerte grito, murió. Entonces
la cortina del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El comandante de la guardia, que estaba frente a Jesús, al ver cómo había
muerto, dijo:
-¡Verdaderamente,
este hombre era Hijo de Dios!"
Ha
llegado el fin. Ya no hay más. Ya no hay nada: Tan sólo el cadáver de uno que ha muerto
abandonado, fracasado y solo. Y,
sin embargo... Ahora es más nuestro
que nunca, porque ahora sabe lo que es
nuestra, muerte y nuestro fracaso. Y nuestra soledad. Y en él viven ahora todas nuestras muertes y en
esa muerte anida toda la esperanza de
nuestra inmortalidad.
Pon, Señor
del Socorro, nuestra vida junto a tu muerte, para que así, junto a nuestra
muerte esté tu vida.
Padre
Nuestro.
-Te
adoramos, Cristo, y te bendecimos. Pues por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Decimotercera estación Jesús es puesto en brazos de su Madre
De
los evangelios de Juan (19,25) y Marcos (15,46): "Junto a la cruz de Jesús
estaban su madre, y María Magdalena. (José de Arimatea) lo bajó de la cruz y lo
envolvió en una sábana que había comprado".
Para
nosotros, Jesús es el Hijo de Dios. Para Ella, Jesús es el hijo de sus
entrañas, su único hijo, el más bueno de los hijos, por el que toda su vida
había valido la pena. Ahora lo tiene en sus brazos, ensangrentado, escupido, muerto.
¿Qué pensaría entonces María, si es que aún podía pensar? Y, como en un eco
lejano, nos llega todavía su voz: "He aquí la esclava del Señor, hágase en
mí según su palabra".
María
de la Soledad, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios, en las horas de gozo y
en las horas de dolor, en la salud, en la amistad, en la prosperidad, en la
enfermedad, en la soledad, en la pobreza. Hágase en nosotros, también, su
palabra.
Padre
Nuestro.
-Te
adoramos, Cristo, y te bendecimos. Pues por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Decimocuarta estación Jesús es sepultado
Del evangelio de Marcos (15,46b): "(José
de Arimatea) lo puso en un
sepulcro excavado en la roca. Después hizo rodar una piedra, cerrando con ella
la entrada del sepulcro."
Se ha sembrado la semilla, se ha cubierto el surco, se
ha regado la tierra. Ahora sólo queda esperar: esperar que del fracaso brote el
triunfo y de la cruz brote la victoria y de la muerte brote la vida. Esperar en
el silencio, en la oscuridad, en la incertidumbre, porque el amor es más
potente que el fracaso y más fuerte que la soledad y más poderoso que la
muerte.
Señor
del Socorro, haz que en nuestras horas de dolor y de fracaso y de tristeza, sepamos
esperar en Ti que has vencido a la muerte y nos has abierto las puertas del
gozo, del triunfo y de la vida.
Padre
Nuestro.